Continuamos con la historia del
Proyecto Iván . Para entender lo que sigue será necesario un esfuerzo por parte del lector en situarse a finales de los años setenta. El tema OVNI estaba en pleno apogeo. Diariamente salían en prensa, radio y televisión noticias sobre avistamientos. Los ufólogos eran multitud, y se asociaban en grupos de mayor o menor prestigio.
Sin embargo el nivel de las publicaciones sobre el fenómeno OVNI era tan desastroso como hoy en día, ahora que no queda sino un rescoldo residual de lo que fue el fenómeno OVNI. La única publicación que tenía algunos artículos (algunos tan sólo en mi opinión ) que podían salvarse de la quema era STENDEK, del grupo Centro de Estudios Interplanetarios (CEI) de Barcelona.
En el primer congreso de Ufología celebrado en Barcelona en diciembre de 1.977 se oyeron tonterías sin cuento de este pelo: la verdad de los Ovnis vendrá de la mano de los científicos y de los poetas... era un mundo de locos. En este ambiente, un reducido grupo de jóvenes científicos se habían plantado bastantes años antes, y habían tomado otros derroteros. Conscientes de que el fenómeno era inaprensible, se dedicaron a estudiar lo único que dejaba rastro: los datos de avistamientos. Trataron de encontrar pautas en los datos para responder a una sencilla pregunta:
¿Existe en el fenómeno OVNI algún componente intrínseco, o toda la variabilidad que exhibe se puede explicar desde causas extrínsecas al fenómeno?Si hubiera una componente intrínseca sería más fácil admitir la posibilidad de una realidad independente del fenómeno. (Nótese que aún así estamos muy lejos de conceder estatus extraterrestre al asunto). Pero claro, estudiar tal cosa exigía trabajo de verdad: tratamiento estadístico, mucha matemática y mucha inferencia. Era más fácil recorrer 100.000 kilómetros tras noticias improbables.
Con su Estudio de la oleada 1968-1969 Félix Ares y David G. López marcaron un hito en la ufología seria española. La pregunta recibía así una respuesta al menos parcial, pero cuantificada: la variabilidad del fenómeno OVNI en España podía ser bastante bien explicada apelando tan sólo a causas extrínsecas.
No eran ellos los únicos estudiosos serios del asunto en el territorio nacional, en Valencia existía una reducida pero activa célula de investigadores entre los que descollaban Vicente Juan Ballester Olmos y Miguel Guasp.
Estos estudiosos serios del fenómeno fueron tachados como
ufólogos de salón una y otra vez por aquellos que confundían investigación con kilómetros vistiendo cazadoras de muchos bolsillos, amén de una parafernalia más propia de un periodista de guerra que de un investigador serio. Alguno estos últimos sigue actualmente en la brecha, como Juan José Benítez.
Todo ese período está formidablemente reflejado en el artículo de Luis Alfonso Gámez, autor de
magonia:
El fiasco de la ufología españolaDe hecho, él está mucho más cualificado que yo para rememorar aquellos tiempos, pues tras el proyecto Iván, mis intereses ufológicos desaparecieron y me desligué de la feria paranormal durante muchos años. Había encontrado lo que buscaba, y tan sólo me quedó me fascinación por la ciencia, que no me abandonaría ya nunca.
Pues bien, en aquélla época la paranoia ufológica desbarraba alrededor de dos tópicos (las abducciones aún no estaban demasiado de moda en España): las
ortotenias y las
oposiciones marcianas.
En un intento por encontrar pautas extrínsecas que avalaran la realidad del fenómeno, se hablaba de líneas que favorecían el avistamiento. Los OVNIs tenían, según los partidarios de esta teoría, unas rutas celestes perfectamente definidas. La más famosa era la línea
Bavic, que unía las ciudades francesas de Bayona y Vichy. La existencia de tales líneas era la aplicación práctica del teorema del punto gordo:
Tres puntos están siempre alineados si alguno de ellos es lo suficientemente gordo
El mapa de la península se vió así surcado por una
malla ortoténica sin el menor sentido, pero que quedaba muy chula:
Por supuesto, todo era una tontería que se derrumbó por sí misma. Esta es una constante en las paraciencias: hoy se abandonan los caminos de ayer y se inventan nuevos. Hasta que se agote el mercado de superchería y tengamos que inventar otros más nuevos aún. Y por supuesto, el abandono no ocurre por encontrar mejores hipótesis, ni más cotrastables, predictibles o falsables, sino por aburrimiento y hastío. Cualquier que tenga acceso a números antiguos de revistas esotéricas podrá comprobar cómo las modas paranormales cambian de modo muy diferencte a como lo hacen las tendencias en ciencia genuina: sin dejar poso alguno. No mueren cuando la experiencia demuestra que las hipótesis deben ser mejoradas: mueren tras languidecer en lenta agonía, como los mitos.
Otro tanto sucedió con el tema de las oposiciones marcianas. Cada dos años parecía haber una oledada, coincidente con las épocas en las que Marte estaba más cercano a la tierra. Esto era muy sugestivo para los paranormales: parecía invocar una base extraterrestre en el planeta rojo, una especie de campamento base. Años antes una sonda mariner había fotografiado algo que parecía ser una cara marciana y unas pirámides...las tonterías se realimentan a sí mismas a una velocidad de vértigo.
Se empezaron a coordinar noches de caza de OVNIs desde las emisoras de radio. Aquello era como podeis suponer una locura sin el menor sentido, que recientemente ha querido resucitar el periodista Iker Jiménez desde la Cadena Ser.
No insultaré la inteligencia del lector insistiendo más de lo necesario en que si queremos que aparezcan OVNIs en un determinado momento y convocamos a todos los paranormalófilos a que miren el cielo embobados durante un fin de semana, los OVNIs se verán efectivamente.
Lo curioso del asunto era que las oleadas realmente existían. Estaba en la casuística de todos los países, y la hipótesis de quienes no creían en el origene extraterrestre del fenómeno era que la componente sociológica era suficiente como para explicarlas. Esta hipótesis tenía una ventaja: podía contrastarse. No era fácil, pero a lo mejor podíamos inducir una oleada OVNI.
A toro pasado era relativamente fácil entender los acontecimientos que habían forzado oleadas pasadas: por ejemplo la llegada del hombre a la luna y la consiguiente fascinación por temas espaciales. Pero esto era tan insatisfactorio como cuando un experto en bolsa nos dice porqué las acciones han descendido; lo interesante sería que hubiera anunciado que iban a descender antes de que lo hicieran!!!
¿Cómo contrastar la hipótesis?
Sólo había una manera, algo maquiavélica: crearíamos nuestra propia oleada OVNI local. Al fin y al cabo, la línea
Bavic pasaba exactamente por encima de nuestras cabezas (véan la ilustración de este post), y a pocos kilómetros, en el alto de Gaintxurizketa se habían producido años antes dos de los avistamientos más lustrosos de la comarca!!! Y ahí nació el
proyecto Iván , que recibió el nombre de una cafetería del donostiarra barrio de Amara en el que nos reuníamos.
Como podrán comprender, mis amigos y yo éramos unos simples aprendices que crecíamos en nuestra comprensión del fenómeno a la sombra de Félix Ares; pero siempre nos consideramos coprotagonistas del asunto.
En el siguiente post les comentaré cómo conseguimos que en la zona comprendida entre Irún y Donostia, la gente; mucha gente de bien con la cabeza amueblada, padres de familia, sacerdotes y amas de casa vieran OVNIs alrededor de la navidad de 1.978 y principios del año 1.979.
Eran otros tiempos, ahora no lo haríamos ha escrito Félix Ares rememorando el asunto. Ciertamente. Pero lo hicimos. Vaya si lo hicimos...