El calendario (2)
Pocos temas son más importantes para una civilización agrícola que el momento oportuno para plantar las patatas, los nabos, el maíz o los puerros, y recogerlos. Ni las grandes conjunciones cósmicas, ni el poder astrológico de los planetas, ni las fuerzas ctonico-primordiales (sean éstas lo que sean, si es que son algo, que lo dudo...) ni los dioses ni los extraterrestres: las patatas y los nabos .
Al no tener en cuenta esa verdad primordial, resulta enigmático el esfuerzo enorme que muchas civilizaciones realizaron para medir el tiempo. La dificultad del asunto está en que los ciclos naturales van a su aire, y los más evidentes (alternancia día-noche) no son los más indicados para medir lo que realmente importa.
Los ciclos naturales más evidentes , además del día son las fases lunares, las estaciones y el año. Quitemos las estaciones. No por no importantes; precisamente ésas son las importantes, las quitamos porque van incardinadas en el año, siendo por lo tanto éste el que hay que medir.
No vamos a extendernos mucho en los tópicos más corrientes del tema: los solsticios, los equinoccios, las estaciones, y todo eso. Daremos un brevísimo resumen para entender lo posterior, porque está sobradamente tratado en mil lugares de la web. San Google irá raudo a la ayuda de quien lo invoque correctamente.
Por tanto, daremos unas someras pinceladas mínimas para entender la visión de conjunto, sabiendo que nos metemos en terrenos que no dominamos: la astronomía, y pidiendo perdón por las erratas que podamos cometer. En todo caso, la incursión será breve, y en el siguiente post volveremos a la matemática de las congruencias y al cómputo por días julianos.
El año no puede ser definido por los creadores de los calendarios como el período de tiempo que tarda la tierra en dar la vuelta al sol por motivos epistemológicos evidentísimos: no se sabía que tal cosa ocurriera. Lo que sí se sabía es que a latitudes medias, el curso del sol sobre el cielo variaba un poquito de día en día, y se repetía cada 365 días, más o menos. El camino que recorre el sol en el cielo a lo largo del día está inclinado respecto al horizonte, con una pendiente que depende de la latitud del punto de observación. En los polos hace círculos palalelos al horizonte sin ponerse en todo el día (latitud 90º) en el ecuador sale y se pone perpendicular al suelo (latitud 0º), y por eso los amaneceres y anocheceres son muy bruscos. En las latitudes medias, el arco solar tiene lógicamente inclinaciones medias.
El punto de salida (orto) o puesta (ocaso) del sol, va oscilando a lo largo de los días del año, marcando cuatro momentos no demasiado difíciles de concretar con alguna exactitud: los dos extremos, en los que el sol sale y se mete más al norte o más al sur; y los dos medios. Hoy los conocemos como solsticios y equinoccios. Equinoccio proviene de la palabra euqus : igual y nox : noche, cada año suceden dos acontecimientos de este tipo el de primavera y el de otoño, con fechas aproximadas del 21 de marzo y el 20 de septiembre, respectivamente. En ambos, el día y la noche tienen igual duración.
Cuando el sol sale más al norte, el recorrido en el cielo era más largo, consecuentemente hace más calor y las noches son más cortas: estamos en verano. Cuando el sol sale más al sur, ocurre exactamente lo contrario. Soy plenamente consciente de mi asqueroso eurocentrismo: en el hemisferio sur las cosas ocurren exactamente igual, pero al revés
Pues bien; sirva todo esto para tener una idea clara: todo agricultor sabe que es peligrosísimo sembrar antes de un determinado momento, por mil motivos: una helada tardía puede acabar con la cosecha, por ejemplo. Sembrar demasiado tarde trae consecuencias igualmente desastrosas; y la recolección debe ser realizada también en momentos determinados. No debemos olvidar que la consecuencia de un error grave en este detallito es el hambre y la muerte.
Para la época de los romanos, el tema estaba aparentemente solucionado: el Calendario juliano contemplaba 365 días , y cada cuatro años había un día adicional. El calendario tenía 12 meses, comenzaba en marzo (como debe ser, no como nosotros), y terminaba en febrero. Por eso es Febrero el mes irregular que carga con el día adicional cuando el año es bisiesto.
¿Qué se había conseguido con ello? Se había conseguido una duración media del año de 365,25 días. Sin embargo, la naturaleza es terca en su querencia por los irracionales, y la duración del año trópico (intervalo entre dos equinoccios de primavera) es de 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46,43 segundos.
Eso significa que el error de 11 minutos y 14 segundos. No parece gran cosa, pero ¡es acumulativo!
Esto quiere decir que cada 128 años se comete un error de un día entero de adelanto del calendario juliao respecto a la naturaleza. Allá por 1.582 el decalaje era de 10 días.
La solución fue la revisión completa del calendario: se suprimieron 10 días (el día siguiente al 4 de Octubre de 1.582 fue 15 de octubre), y se redujo el número de años bisiestos de la siguiente forma: los bisiestos múltiplos de 100 sólo seguirían siendo bisiestos si además son múltiplos de 400. De esta forma, se corregía el error acumulativo hasta cotas muy pequeñas. Lo suficientemente pequeñas como para olvidarse del problema en varios milenios.
La penetración del nuevo calendario fue paulatina, pero terminó por imponerse en el mundo, que es como los occidentales solemos llamar al mundo occidental cuando nos referimos a él, haciendo alarde de una miopía sin par.
A pesar de todo, los astrónomos utilizan otro calendario para ellos solos. Es el calendario de los días julianos , que nada tienen que ver con el calendario juliano. Para ver su origen, significado y utilidad, tendremos que aprender congruencias, y pasearemos por conceptos tan poco habituales en la vida diaria como números aúreos , indicción romana , y maravillas similares...""
Al no tener en cuenta esa verdad primordial, resulta enigmático el esfuerzo enorme que muchas civilizaciones realizaron para medir el tiempo. La dificultad del asunto está en que los ciclos naturales van a su aire, y los más evidentes (alternancia día-noche) no son los más indicados para medir lo que realmente importa.
Los ciclos naturales más evidentes , además del día son las fases lunares, las estaciones y el año. Quitemos las estaciones. No por no importantes; precisamente ésas son las importantes, las quitamos porque van incardinadas en el año, siendo por lo tanto éste el que hay que medir.
No vamos a extendernos mucho en los tópicos más corrientes del tema: los solsticios, los equinoccios, las estaciones, y todo eso. Daremos un brevísimo resumen para entender lo posterior, porque está sobradamente tratado en mil lugares de la web. San Google irá raudo a la ayuda de quien lo invoque correctamente.
Por tanto, daremos unas someras pinceladas mínimas para entender la visión de conjunto, sabiendo que nos metemos en terrenos que no dominamos: la astronomía, y pidiendo perdón por las erratas que podamos cometer. En todo caso, la incursión será breve, y en el siguiente post volveremos a la matemática de las congruencias y al cómputo por días julianos.
El año no puede ser definido por los creadores de los calendarios como el período de tiempo que tarda la tierra en dar la vuelta al sol por motivos epistemológicos evidentísimos: no se sabía que tal cosa ocurriera. Lo que sí se sabía es que a latitudes medias, el curso del sol sobre el cielo variaba un poquito de día en día, y se repetía cada 365 días, más o menos. El camino que recorre el sol en el cielo a lo largo del día está inclinado respecto al horizonte, con una pendiente que depende de la latitud del punto de observación. En los polos hace círculos palalelos al horizonte sin ponerse en todo el día (latitud 90º) en el ecuador sale y se pone perpendicular al suelo (latitud 0º), y por eso los amaneceres y anocheceres son muy bruscos. En las latitudes medias, el arco solar tiene lógicamente inclinaciones medias.
El punto de salida (orto) o puesta (ocaso) del sol, va oscilando a lo largo de los días del año, marcando cuatro momentos no demasiado difíciles de concretar con alguna exactitud: los dos extremos, en los que el sol sale y se mete más al norte o más al sur; y los dos medios. Hoy los conocemos como solsticios y equinoccios. Equinoccio proviene de la palabra euqus : igual y nox : noche, cada año suceden dos acontecimientos de este tipo el de primavera y el de otoño, con fechas aproximadas del 21 de marzo y el 20 de septiembre, respectivamente. En ambos, el día y la noche tienen igual duración.
Cuando el sol sale más al norte, el recorrido en el cielo era más largo, consecuentemente hace más calor y las noches son más cortas: estamos en verano. Cuando el sol sale más al sur, ocurre exactamente lo contrario. Soy plenamente consciente de mi asqueroso eurocentrismo: en el hemisferio sur las cosas ocurren exactamente igual, pero al revés
Pues bien; sirva todo esto para tener una idea clara: todo agricultor sabe que es peligrosísimo sembrar antes de un determinado momento, por mil motivos: una helada tardía puede acabar con la cosecha, por ejemplo. Sembrar demasiado tarde trae consecuencias igualmente desastrosas; y la recolección debe ser realizada también en momentos determinados. No debemos olvidar que la consecuencia de un error grave en este detallito es el hambre y la muerte.
Para la época de los romanos, el tema estaba aparentemente solucionado: el Calendario juliano contemplaba 365 días , y cada cuatro años había un día adicional. El calendario tenía 12 meses, comenzaba en marzo (como debe ser, no como nosotros), y terminaba en febrero. Por eso es Febrero el mes irregular que carga con el día adicional cuando el año es bisiesto.
¿Qué se había conseguido con ello? Se había conseguido una duración media del año de 365,25 días. Sin embargo, la naturaleza es terca en su querencia por los irracionales, y la duración del año trópico (intervalo entre dos equinoccios de primavera) es de 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46,43 segundos.
Eso significa que el error de 11 minutos y 14 segundos. No parece gran cosa, pero ¡es acumulativo!
Esto quiere decir que cada 128 años se comete un error de un día entero de adelanto del calendario juliao respecto a la naturaleza. Allá por 1.582 el decalaje era de 10 días.
La solución fue la revisión completa del calendario: se suprimieron 10 días (el día siguiente al 4 de Octubre de 1.582 fue 15 de octubre), y se redujo el número de años bisiestos de la siguiente forma: los bisiestos múltiplos de 100 sólo seguirían siendo bisiestos si además son múltiplos de 400. De esta forma, se corregía el error acumulativo hasta cotas muy pequeñas. Lo suficientemente pequeñas como para olvidarse del problema en varios milenios.
La penetración del nuevo calendario fue paulatina, pero terminó por imponerse en el mundo, que es como los occidentales solemos llamar al mundo occidental cuando nos referimos a él, haciendo alarde de una miopía sin par.
A pesar de todo, los astrónomos utilizan otro calendario para ellos solos. Es el calendario de los días julianos , que nada tienen que ver con el calendario juliano. Para ver su origen, significado y utilidad, tendremos que aprender congruencias, y pasearemos por conceptos tan poco habituales en la vida diaria como números aúreos , indicción romana , y maravillas similares...""
5 comentarios
Aketzalli -
TioPetros -
Anónimo -
TioPetros -
Anónimo -