Tio Petros vuelve de su período vacacional, en el que con Vailima ha disfrutado de la estancia en tierras gallegas. El placer se vió aumentado por haber compartido un número siempre insuficiente de horas de buena conversación y buen yantar con Alberto, Marta, Ana, Akin, Unanada, Blagdaros y Pjorge. Gracias a todos por vuestra amistad.
Influído por las lecturas veraniegas me apetece empezar por la vieja cuestión del diseño inteligente que vuelve con energías renovadas.
Ahí va mi aportación: Recuerdo que siendo niño un profesor nos explicaba su demostración de la existencia de un diseñador en el mundo:
la atmósfera terrestre decía
tiene un 21% de oxígeno; si en lugar de un 21% tuviera un 19%, nos moriríamos asfixiados, y si tuviera un 25%, moriríamos igualmente por exceso de oxigenación. Cuando percibió la estupefacción de sus alumnos y la reverencia ante tal revelación, prosiguió:
y si eso no les parece suficiente, debieran saber que el sol; ese dador de vida y energía, produce igualmente radiaciones sumamente dañinas que acabarían con la vida de la tierra en cuestión de semanas si no fuera porque la tierra tiene una capa de ozono que precisamente sirve de filtro PRECISAMENTE a dichas radiaciones, dejando pasar las beneficiosas. Concretamente, la ventana de la capa atmosférica en su conjunto filtra todas las radiaciones solares excepto las necesarias para el desarrollo de la vida. Y les diré aún más: la atmósfera terrestre está calibrada de tal manera que la radiación concreta que mejor pasa a través de ella es la que corresponde al color verde, que es aprovechada por la función clorofílica del manto vegetal que cubre el plante, sirviendo de punto de partida para la generación de materia viva a partir de los organismos autótrofos. La verdad es que así dicho, parece demoledor. Hoy, sin embargo tenemos una enorme batería de explicaciones alternativas . Mi profesor estaba simplemente desfasado 175 años. Este argumento se pierde en la noche de los tiempos, y ha conocido diversas materializaciones. Algunas sugerentes e intelectualmente potentes, como la del teólogo William Paley, que publicó su magna obra Teología natural en 1.802, explicando que el diseño funcional de los organismos demuestra o al menos evidencia la existencia de un diseñador. Paley es el creador de la famosísima paradoja del relojero que recoge Richard Dawkins en su libro El relojero ciego (1).
Paley fue el héroe intelectual de Darwin en sus inicios, y fue un formidable contrincante al cual vencer en su tarea científica que desembocó en el origen de las especies. Es importante saberlo para evitar mirar por encima del hombro su teología natural, con la ventaja de nuestra perspectiva del siglo XXI. Así nos lo hace saber el desaparecido Stephen Jay Gould en su enorme y última obra (2)
Darwin dio una vuelta de tuerca al giro copernicano que había desechado el planeta tierra como centro del universo. Ahora el hombre tampoco era el rey de la creación, sino simplemente una de las especies que pueblan el planeta.
Como explica Gould en su libro arriba mencionado, el darwinismo goza de muy buena salud. Eso no quiere decir que los postulados de Darwin permanecen o deben permanecer como dogmas intocables. Nada en ciencia es intocable. Significa que la estructura básica darwiniana permanece como la mejor explicación actual del hecho biológico; aunque los flecos, e incluso algunos apartados importantes están actualmente sometidos a revisión, siendo el propio Gould uno de los revisionistas.
Así las cosas, parece que son malos tiempos para los amantes del argumento del diseño. Sin embargo la realidad no es esa: hoy existen dos reductos que se niegan a desaparecer. Uno de ellos es un pozo infecto de tonterías conocido como creacionismo científico que no merecería comentario ni mención si no fuera por el extraordinario poder que poseen muchos de sus seguidores en América, y principalmente en los Estados Unidos, ese paradigma de mezcla entre buena ciencia e idiotez.
El otro reducto es de naturaleza diferente, y parte precisamente del mundo de la física, el primero en desterrar el argumento del diseño. Ha conseguido gran predicamento en el mundo de la ciencia y se habla de él con respeto, como si se tratara de una nueva concepción del universo. Recibe el nombre de Principio Antrópico, (PA)
Una formulación fuerte de este principio sostiene, de manera un tanto mística, que la vida humana aparece para dotar de sentido al universo. Los defensores de esta tesis sostienen que, de no darse aquí y ahora las condiciones de nuestra existencia, existiríamos en alguna otra región y en algún otro tiempo. Así, pues, según esta formulación, la respuesta a la pregunta «¿por qué es el universo tal como es?» es que, de haber sido distinto, no estaríamos aquí y no podría realizarse esta pregunta. Pero es que, además, se invoca este principio para explicar la aparición de la conciencia, señalando que las condiciones del universo son justamente las que son (con un precario equilibrio) para permitir la existencia de una inteligencia capaz de formularse esta pregunta.
Se cita al astrónomo Fred Hoyle al hablar de uno de los grandes logros del PA, al postular la existencia de un proceso desconocido para producir carbono en el seno de las estrellas, invocando el PA. Posteriormente fue demostrada experimentalmente por William Fowler la exactitud de la propuesta de Hoyle.
El asunto es más o menos así:
Todos los átomos de nuestro cuerpo, salvo el hidrógeno están producidos en hornos estelares mediante reacciones nucleares. A grandes rasgos y sin precisión alguna: dos átomos de hidrógeno forman por fusión nuclear uno de helio; dos de helio uno de berilio y a partir del berilio se forma el carbono. El problema es que el núcleo de berilio formado por los dos núcleos de helio es extremadamente inestable, y si cortísima vida media no basta para dar cuanta de la creación de carbono en cantidad suficiente como para que nosotros estemos aquí para contarlo, compuestos por moléculas en las que el carbono es el alma mater.
Fred Hoyle comprendió que la génesis de carbono podría ser posible pese a la breve vida media de los núcleos de berilio si y solo si existiera un fenómeno de resonancia. Sin entrar en detalles, esto sólo se podría producir si el nivel energético del átomo de carbono fuera de exactamente 7,65 Mega-electronvoltios.
Este valor obtenido teóricamente era el requerido para que se de la "resonancia" que permita que la reacción entre un núcleo de berilio y uno de helio se produjera con enorme rapidez. A pesar de dudar de la ideas de Hoyle, un grupo de físicos nucleares dirigidos por William Fowler condujeron experimentos de laboratorio en búsqueda de esta resonancia y para sorpresa de todos, excepto del mismo Fred Hoyle, la encontraron. Un bello ejemplo de una predicción verificada por el experimento.
Hasta aquí muy bien; pero ¿demuestra esto que el principio antrópico es correcto?
¿Hoyle hace bien al invocar el PA en su propuesta?
Yo creo que en absoluto. Hoyle sabe que existe carbono en cantidad superior a la explicable por las teorías de su momento, e infiere que debe existir un mecanismo oculto de producción de carbono. Obtiene la posible solución, que consiste en una resonancia que a posteriori se demuestra ser una teoría correcta y fin de la función.
No es que
se da la resonancia porque en caso contrario no estaríamos aquí para contarlo, sino que
estamos aquí para contarlo porque se da la resonancia. No hay nada incorrecto en utilizar el hecho de nuestra mera existencia como un dato más a la hora de explicar el universo. De hecho, somos parte del mismo, y cualquier teoría incompatible con la existencia de vida inteligente debe ser falsa por el evidente hecho de que estamos aquí. Sin embargo, para ese viaje no necesitábamos estas alforjas:
cualquier dato que sepamos cierto modifica nuestro estado de conocimiento del mundo. No hace falta invocar oscuras teleologías ni diseños ex profeso.Los partidarios del PA en su versión fuerte afirman que el universo tiene sus constantes finamente ajustaras PARA QUE sea posible nuestra aparición, convirtiendo al hombre en la finalidad de todo el conjunto.
Espero que el lector sabrá diferenciar este salto al vacío, falsamente vestido de ciencia.
Como muestra de los despropósitos de los partidarios del PA fuerte, tenemos las declaraciones del propio Fred Hoyle:
Si en un hangar esparcimos por el suelo todas las piezas desmontables, tornillo a tornillo, de un Boeing 747 y en un momento dado cruza un tifón, ¿Cuál será la probabilidad de que después nos encontremos allí el avión completamente rearmado y listo para volar?". Según Hoyle, tenía la misma probabilidad -o incluso mayor- de la que el ADN se formase de manera casual
Yo no puedo leer esta frase sin que se me ericen los pelos de la nuca. No por la frase, sino por su autor. No parece salida de un astrónomo, sino de un telepredicador del tres al cuarto. Parece pura basura creacionista vestida de ciencia.
Hoy en día estos creacionistas de nuevo cuño vuelven a las andadas con su propuesta conocida como diseño inteligente.
La propia revista Nature(3) dedicó una de sus últimas portadas a este movimiento de opinión que en los Estados Unidos está invadiendo las universidades para captar adeptos a la causa antievolucionista. Se trata de una ofensiva en toda regla, concertada desde esferas de poder. Mientras tanto, un científico comprometido si quiere hacer algo tiene que prestarse a acudir a absurdos debates televisivos en los que aparece en pie de igualdad frente a un gilipollas con cuatro proclamas y un libro nefasto bajo el brazo.
En el peor de los casos, el gilipollas no lo es en absoluto y está perfectamente aleccionado para meterse al público en el bolsillo.
Malos tiempos para la ciencia.
Buenos tiempos para el engaño, la tergiversación, la mentira interesada.
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(1)"El relojero ciego" Dawkins, Richard. Editorial Labor,S.A.
(2)"La estructura de la teoría de la evolución" Stephen Jay Gould. Ed. Tusquets, Barcelona
(3)Nature, nº 434"